viernes, 11 de mayo de 2018

ÚLTIMA ENTREGA DEL MODELO DIALÓGICO DE PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO DE CONFLICTOS: EL CLUB DE VALIENTES



Los chicos que participaban en la asamblea de aula que os describía hace unos días pertenecen al club de valientes. Este club, aunque ha nacido hace poco, cuando el grupo ya es un equipo cohesionado, que funciona bien y que se ha sentido maduro para ello, comenzó a forjarse al inicio del curso, cuando la profe les preguntó — ¿qué cole queréis?—. 

Las reflexiones al respecto de esta pregunta han ido surgiendo a lo largo de los días, semanas, meses y en base a las mismas es desde donde han trabajado para ir configurando las cuestiones que han de regir la convivencia según las necesidades que ellos manifiestan y desde otras de sus grandes e históricas reivindicaciones: la de autonomía y la de independencia, con todo el grado de responsabilidad que esto implica. “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” decía Stan Lee en su primer cómic de Spiderman. 

Al club de los valientes puede pertenecer el que quiera, simplemente tiene que trabajar en la elaboración de las normas que lo rigen y comprometerse a cumplirlas y a hacerlas cumplir. Y lo hacen simbólicamente mediante su firma y explícitamente mediante sus actos. Aunque también pueden elegir no pertenecer. Es una decisión personal.

Y ojo al código de honor del club. Leedlo despacio y con calma. Es una pasada. Pero lo realmente importante es que, como en la asamblea de delegados, a estas normas han llegado ellos, son sus artífices. Y si a alguna no han logrado llegar, porque no se les ha planteado como necesidad, ya se habrá encargado su maestra de sacarlas a debate para su conquista. 

El que incumple los compromisos pactados, sale del club y es un cobarde. Pero no hay club de los cobardes. Él o ella están solos. 

Cuando consiga cambiar su actitud o sus comportamientos y si el resto del grupo lo considera adecuado, volverá. La persona no es puesta cuestión, lo son sus actitudes y comportamientos en relación a esas normas que han pactado. 

En al asamblea dialógica de aula, de hecho en su rutina diaria, las normas que ellos han construido están presentes físicamente en un lugar visible, como elemento de guía y autocorrección.

Cuentan además con un panel visual, en el que están incluidos todos, que les permite saber en qué punto están. Es una herramienta tangible de la que disponen, pero es una idea que van construyendo poco a poco y entre todos.

En esta herramienta se perciben varios objetivos clarísimos e interrelacionados:

- Previene la violencia.

- Es un elemento generador de autoestima muy grande.

- Genera sentido de la pertenencia al grupo. Pero no a cualquier grupo: a un grupo sano, comprometido y que además se une a través de lazos de compañerismo y amistad. ¿Sabéis que la amistad es un elemento de prevención de la violencia? Lo veíamos también en los padrinos y madrinas de lectura. Al amigo no se le hiere, al amigo no se le permite que haga cosas que vayan contra sí mismo o contra los demás, al amigo se le ayuda y se aprende con él.

- Crea unas relaciones grupales muy positivas, basadas, ellos mismos lo dicen, en el respeto, en el diálogo, en el apoyo al otro, en la solidaridad, en la sinceridad y por supuesto en la valentía.

- Y genera el sostenimiento de la disciplina y el orden. Por supuesto que sí, pero no de la disciplina y el orden que se estilaba en mi “quinta escolar”, sino de esa autodisciplina nacida del consenso de las normas.

Pero, y ¿qué es un valiente? Dice la RAE: “Dicho de una persona: Capaz de acometer una empresa arriesgada a pesar del peligro y el posible temor que suscita” Efectivamente, ya os conté que he visto muchos valientes en la asamblea, pero es que además tienen un recurso añadido que les ayuda a resolver conflictos y que es fenomenal para la prevención del acoso escolar: el escudo de amigos.

Cuando un miembro del club de los valientes presencia una agresión de cualquier tipo, tiene la obligación autoimpuesta de apoyar a la víctima formando un escudo frente al agresor. Aquí lo que se subraya es la importancia de no ser espectador pasivo de las injusticias. Un valiente no mira para otro lado, y siempre se pone del lado de la víctima. Ahí lo tenéis, en su código de honor: “Romper la ley del silencio”. 

Como me decía su profesora: —Es muy importante que hablen, que ninguno se calle—. Y claro, en mi cabeza automáticamente surgió la siguiente pregunta, pero entonces, ¿cómo encajan ellos la figura del “chivato”?. 

— El chivato es un héroe — me contestó ella. — Es aquel que ve la injusticia y la denuncia. 

La connotación negativa se la inventan los villanos para tratar de silenciarlos, pero como en este club no se tiene miedo de “acometer una empresa arriesgada a pesar del peligro y el posible temor que suscita”, los conflictos se solucionan con capa y antifaz, pues abundan los héroes y las heroínas. O más bien, con capa y sin antifaz, porque nuestros héroes no necesitan esconder su identidad.

Con esta manera de trabajar, por si fuera poco, están ejercitando una socialización en la no violencia. Rompen con el prototipo atractivo del “malote” y la “malota” y descubren que mediante modelos de resolución alternativos logran unas relaciones más sólidas y de mejor calidad. 

Prometí ser breve así que acabo, tened presente finalmente que estos elementos que os vengo describiendo aunque, por hacerlos menos pesados, los he separado nos son apartados estancos. Forman parte de un todo interrelacionado y dinámico. Es una urdimbre que conforma el mismo proceso.

Vienen inspirados por los principios del aprendizaje dialógico y busca el mismo fin: el óptimo desarrollo de los participantes en sus ámbito académico, personal y social empleando para ello estrategias que está científicamente demostrado que, aplicadas en cualquier contexto, incrementan los aprendizajes de todos los alumnos y alumnas y tienden a mejorar la convivencia en el centro educativo.

¡Hasta pronto!

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