En esta ocasión, los alumnos de 5ºB y su profe, Paqui, me han invitado a participar en sus “Tertulias Dialógicas”. Se desarrollan los jueves, a última hora de clase y ya sabéis, en torno a una obra de literatura clásica con el fin de compartir y construir conocimiento a través del diálogo que se genera o, en palabras más precisas:
Se trata de la construcción colectiva de significado y conocimientos a través del diálogo sobre las mejores creaciones de la humanidad en disciplinas como la literatura, el arte o la música. Con las tertulias Dialógicas, se pretende la aproximación directa de los alumnos, sin distinción de edad, género, cultura o capacidad, a la cultura clásica universal y al conocimiento científico acumulado por la humanidad a lo largo del tiempo http://www.comunidaddeaprendizaje.com.es/tertulias-dialogicas
Fijaos lo que están haciendo nuestros chicos y chicas en clase, y lo que he tenido la inmensa suerte de compartir.
Os he traído alguna foto y algún vídeo, pero esta vez más para que observéis la dinámica y la manera en que se comunican. Me temo que en esta ocasión, sí se ha dado aquel principio famoso de Heisenberg que dice algo así como que el observador modifica lo observado, y el día en que acudí con la cámara, algún que otro contertulio tuvo más distracción de la normal.
(Disculpadme pero por capacidad no logro subirlos, por favor, visitadlos en nuestro perfil de Facebook https://www.facebook.com/ampamario.benedetti/posts/2083959135169940)
Ha sido mi primera participación en una tertulia. Ha resultado una experiencia preciosa y muy enriquecedora que repetiré.
Os explico el funcionamiento.
En un paso previo, los alumnos se han comprometido a realizar una lectura individual de un número preestablecido de páginas, a señalar el párrafo que les ha sugerido algo y a justificar porqué. Hacen una pequeña reflexión y se la llevan apuntada en su cuaderno.
El día de la tertulia se abre con la intervención de uno de los chavales que hace un breve resumen de lo que se ha leído, luego se van compartiendo ideas y se va dialogando sobre las que surgen hasta que se llega a un consenso o se agota la idea. Después se pasa a una nueva.
Paqui les va dando paso. Hace de moderadora, otorga el turno de palabra, conduce, reconduce, sugiere, propone... pero apenas interviene.
Tras esa primera contextualización, la moderadora arranca la tertulia preguntando: ¿quién quiere compartir?.
Un montón de manos ansiosas se elevan pidiendo la palabra. Si están cansados por ser la última hora no se les nota en absoluto. Hay silencio en el aula. Están deseando participar pero piden la palabra de manera ordenada.
Están leyendo “La isla del tesoro” de Robert L. Stevenson y me ha dado mucha pena no poder reproduciros las sesiones porque no os podéis imaginar las ideas, reflexiones y conclusiones tan interesantes y tan profundas que construyen nuestros peques. Tomé notas como una loca y trataré de trasladaros algunas de las intervenciones.
El primer día que asistí, me sorprendió muy gratamente cómo respetan los turnos, cómo debaten, como en las argumentaciones que siguen muestran que efectivamente están escuchando lo que han dicho sus compañeros en intervenciones previas y tratan de rebatir con argumentos y expresiones, en ocasiones, todavía inmaduros, que me arrancaban alguna sonrisa pero que muchas veces era lo que me ayudaba a recordar que no estaba en un coloquio con adultos.
Me ha impactado lo cómodos que se sentían hablando. Tienen oportunidad de participar. Se encuentran en un contexto cercano y cálido. Saben que su opinión es valiosa y es válida. Participan ¡vaya si participan! Incluso la compañera que se despistó y se equivocó de páginas a leer en casa fue vivamente alentada por su compañeros a compartir de igual modo su reflexión.
—No he entendido que es “fulminados”.
—Fulminados, léelo en el contexto a ver si nuestro diccionario interno nos dice algo.
—Dos piratas cayeron fulminados y los otros huyeron despavoridos.
—Fulminados, eso es un adjetivo. ¿Quién puede explicar el significado?
—Fulminados es como... como...
—Cámbialo por un sinónimo.
—Como... ¿muerto?
—Sustitúyelo en la frase. ¿Cómo quedaría?
Casi puedes ver sus cerebros trabajando como locos, trayendo información, contrastando, comparando, aplicando las estrategias aprendidas para tratar de conformar una definición, sin bloqueos y sin agobios. Para ellos resulta un contexto muy motivador que les exige realizar un esfuerzo enorme en muy poco tiempo pero que casi ni perciben como tal.
—Me ha gustado mucho porque han encontrado el tesoro.
— ¿Quién quiere añadir?
Esta pregunta es clave, es la manera de favorecer ese diálogo y debate entre ellos sin que pierdan el hilo.
—Me gusta que, al final, después de todo el esfuerzo, lo consiguieran y me da pena porque pronto se va a acabar el libro.
Saben y respetan que tiene primero el turno de palabra aquel que no ha hablado o que ha intervenido en menos ocasiones.
De vez en cuando, alguno lanza una pregunta:
— ¿Qué son los cequíes y las guineas?
— ¿Alguien ha tenido curiosidad y ha buscado la información?
Tendríais que haberlo visto. Se lanzaron a dar explicaciones y alguna que otra especulación en base a sus conocimientos pero de manera rápida, ágil y dinámica. Sus razonamientos y la guía de la moderadora les conducen a su vez a nuevas cuestiones hasta el punto de llegar a preguntar a una compañera, que había vivido allí, cuándo había nacido EEUU como nación. Un chico recuerda que Cristóbal Colón descubre América en 1942. Esa aportación los arrastra al mapa mundi que tienen en la pared con el fin de encontrar Guinea, Inglaterra y EEUU. Es una actividad febril y efervescente que les estimula y les mueve.
Surgen reflexiones sobre la generosidad, la avaricia y el fracaso. Mirad qué reflexión trae uno de los chicos en relación al párrafo que más o menos os transcribo sobre el tesoro hallado: “¿Cuántas vidas ha costado? ¿Cuántas lágrimas? ¿Cuántos buenos barcos perdidos? ¿Cuánta vergüenza? ¿Cuánta mentira? ¿Cuánta crueldad?”
—¿Por qué vergüenza? —Se pregunta.— A mí, esas preguntas me han dicho que ha muerto mucha gente y a mí eso no me ha gustado nada. Si yo fuese las personas que han muerto, ya estaría en plan... yo no hubiese hecho..., si supiese algo de eso... yo no me hubiese arriesgado y hubiese seguido buscando el tesoro. Si sé que me van a matar..., si veo que matan a alguien, o tal, yo huyo y quien se venga conmigo, que se venga porque yo paso de morir en una isla por un tesoro.
Hablan de la muerte y de los muertos sin ambages o tabúes. Esta parte del diálogo es preciosa. Uno de los alumnos explica, en relación a la anterior intervención, que él la vergüenza la entiende por los muertos, y porque el tesoro les hace pasarse al “lado malo”. El debate se anima mucho en este punto. Paqui les anima a encontrar una situación de la vida real en que esto pase.
—Gente buena que roba para conseguir dinero.
Curiosamente para mi ser adulto, o quizá no tanto por adulto sino por bagaje personal, esta parte cobra un gran valor, y sin embargo, para ellos no resulta particularmente significativa y enseguida parten por otros derroteros. Pero aquí está también la magia del asunto...
—Una cosa que me ha sorprendido mucho —reflexiona un compañero.— ¿Por qué ningún personaje es una chica?
—¡La madre de Jim! —apunta otro.
—Sí, pero solo ella.
—Porque hace mucho tiempo las mujeres no podían ser piratas porque eran un poco machistas.
—Porque a lo mejor las chicas son un poco más sensibles y...
—¡No! pero es que hay chicas marineras.
Y precisamente la madre de Jim volvió a inquietarles más adelante cuando uno de los contertulios se preguntaba qué podría haber sido de ella. Esta cuestión les llevó a un nuevo dilema que no pudieron resolver en el momento, pero que les quedó como reto para solucionar en casa: sobre qué tiempo habría transcurrido en la novela desde que emprendieron la búsqueda del tesoro hasta que regresaron finalmente a Bristol (ciudad oportunamente señalada en el mapa). Me sorprendió cómo, para intentar dar respuesta a esta pregunta acudieron al conocimiento previo que tenían del autor y de la época e hicieron una exposición completa y clara. Tal debió ser mi cara de asombro que enseguida Paqui me aclaró que lo habían visto cuando presentaron el libro. Fijaos lo significativo que tuvo que resultar en aquel momento el aprendizaje que realizaron, que lo trajeron sin esfuerzo y lo aplicaron para tratar de dar respuesta a una cuestión que ignoraban y que les apetecía conocer.
Les ha encantado la lectura del libro. Lo han disfrutado. Están viviendo una relación con los libros que les motiva. Han mejorado su cohesión como grupo. Han aprendido a dialogar y a respetarse en ese plano de igualdad. Han mejorado su comunicación. Han enriquecido su vocabulario. Se han responsabilizado de realizar su tarea con el fin de enriquecerse y en compromiso con el resto del grupo. Han construido conocimiento colectivamente desde sus vivencias y experiencias individuales. Han aprendido a ser más generoso y solidarios, a ponerse en el lugar del otro... Yo además de todo esto, he disfrutado como una enana ¿se puede pedir algo más para un jueves a última hora?
Quiero agradecer la invitación que me ha brindado este grupo de genios y su capitana de barco. Estoy teniendo unos maestros de lujo. He tenido oportunidad de escuchar a Paqui recientemente, ofreciendo formación a formadores. Comenzaba su intervención diciendo “Quiero convencer, quiero ilusionar. La pasión con la que vivo mi trabajo la quiero contagiar”. Por supuesto que lo logras, tu trabajo y sus frutos demuestran que la ansiada transformación es posible.
Finalmente quería animaros a participar, en esta y en el resto de actuaciones educativas del centro. Como puedes ver, cada experiencia, vivencia y aportación nos enriquece. Sin ti, no es lo mismo.
¡Hasta pronto!
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