“La pieza perdida” ha tenido un éxito rotundo entre los que tuvimos ocasión de acudir a su representación el jueves día 7 de junio. Arrancaron vítores y aplausos de todos los familiares y amigos que hemos acompañado este proyecto y que queríamos ser testigos del triunfo de la compañía e incluso ha tenido repercusión entre los medios de comunicación.
Ahora, nuestros chicos y chicas de cuarto y sus profesores, estarán saboreando las mieles de su éxito tras todo el trabajo que han realizado desde que iniciaron este reto allá por Septiembre, pero ninguno de nosotros podrá olvidar aquella experiencia mágica.
Algunos miembros de la compañía nos recibieron a las puertas del teatro. Estaban tranquilos, ya habían realizado su gran ensayo final y sabían que el trabajo estaba bien hecho. Ahora sólo les quedaba conocer la acogida que tendría entre el crítico público que acudiría al estreno.
Nos condujeron a una exposición en la que la directora de producción nos hizo un recorrido por el camino que había transitado la compañía hasta tan ambiciosa meta.
Y finalmente nos condujeron a la sala donde tendría lugar la representación, nos entregaron el libreto de la obra y nos animaron a acomodarnos.
Directora y realizadora aparecieron en escena. Soberbias, impertérrita, como si salieran a un escenario a hablar ante una multitud todos los días. Nos presentaron la obra, nos recordaron que es fruto del trabajo en equipo y nos animaron a disfrutar de ella.
La oscuridad nos envuelve y las notas de la obertura nos sobrecogen: esos toques en la caja que arrancan a la sala el silencio, el piano, el palo de lluvia, el triángulo... Cada instrumento crea el ambiente musical que nos lleva a “La pieza perdida”: una obra de gran sensibilidad que nos confrontará, sin ambages, pero con delicadeza, con un escenario de acoso escolar.
Los jóvenes guionistas por un lado han conseguido tejer una personalidad psicológica muy fina para cada uno de los personajes y por otro han logrado que dicha personalidad evolucione a lo largo de la obra, de manera que las emociones del espectador se ven arrastradas de un extremo a otro sin freno. Consiguen hacer navegar nuestros sentimientos a su antojo.
Así nos presentan a una alegre y pizpireta Laura que de repente se encuentra arrastrada a una situación de violencia convirtiéndose en una persona intimidada y triste. Nos muestran cómo por la mediación de otras personas se va transformando y haciendo poderosa.
En el contrapunto está la figura de Lucía, la maltratadora, en cuya trayectoria podemos ver claramente el paso desde una personalidad fuerte y arrolladora hasta una más introvertida e incluso miedosa y cómo finalmente, de la autorreflexión y el autoconocimiento, le sobreviene la necesidad del cambio.
El personaje de Daniel cobra también una gran importancia en la obra. Será el que logre romper ese círculo de la violencia y dar así una vía de escape y de reconstrucción para Laura y el resto del grupo.
Los papeles de Luna y de Andrea aportan el último vértice a ese triángulo. Nos presentan el rol de las espectadoras que mediante su inacción hacen que la situación de acoso se sostenga. Pero, y según va evolucionando la trama, nos ofrecen la otra visión y cómo en el momento en el que dicen ¡basta! y toman conciencia de que ellas también son objeto de abuso y no quieren seguir sosteniéndolo, la historia cambia radicalmente.
Y como colofón: el desenlace de la obra. Una historia en la que no hay vencedores ni vencidos sino un puzle que encaja... No me atrevo a relataros más porque creo que habrá una segunda representación, pero la lección de vida que nos transmiten es, sin duda, bellísima.
Los actores y actrices realizaron una interpretación apasionada, sensible y con mucha y fuerza. Lograron arrancarnos de nuestros asientos y arrojarnos directamente al nudo de un conflicto que a todos los que estábamos en aquella sala nos preocupa y nos conmueve profundamente.
Y por si lo que os describo no os parece suficiente, intervienen otros elementos:
Los fabulosos juegos de luces y sombras, los cambios de colores, los encuadres de las escenas. Jugaban con nuestros sentidos creando ambientes, rompiendo escenas o dándolas continuidad.
La música y las canciones nos iban acompañando, nos ayudaban a conocer y a entender a cada personaje. Nos traían de un colegio a un bosque entre sus notas como en una nube. Así voces y melodías resultaron ser un miembro más de la compañía haciendo que el milagro cobrara vida.
Genial también el trabajo de los compañeros de vestuario, maquillaje y caracterización entre bambalinas. Parte invisible pero imprescindible del engranaje.
Y finalmente, aunque fuéramos espectadores en la penumbra, ¡qué equipazo el de escenografía! Qué coreografía, qué desmontaje y montaje entre actos, con certeza, con precisión quirúrgica, cuidando hasta el último detalle.
Decorados originales, sorprendentes y espectaculares. Luciendo en la sala Gayarre, con todo su descaro y sin complejos. Impactando en todos los espectadores y encajando la última pieza para alcanzar la rotundidad de la obra.
No se vieron intimidados por la solemnidad y la fuerza del momento y del espacio. Es más, se merendaron el espacio y el tiempo y nos ofrecieron una obra magistral.
Efectivamente, Compañía, nos habéis demostrado que sois capaces de hacer cosas muy grandes. Muchas gracias por habernos hecho disfrutar con vuestra obra tanto como vosotros habéis disfrutado haciéndola.
Os trasladé mis parabienes durante el proceso. Mi más sincera enhorabuena a TODOS los que habéis hecho posible “La Pieza Perdida” también por el resultado, porque ha sido ESPECTACULAR. Vuestro trabajo habla por vosotros. Y el orgullo que sentís y la certeza de que con vuestro esfuerzo y tenacidad podéis lograr lo que os propongáis os acompañará siempre.
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