El pasado jueves 31 de Mayo tuvimos una magnífica oportunidad de continuar formándonos en nuestra “Escuela de Mapis” de la mano del equipo de Actuaciones Educativas de Éxito de Rivas.
Javier Malagón no nos ofreció ninguna receta maravillosa, pero sí un montón de elementos de reflexión:
¿Es posible que la carga de prejuicio en nuestra mirada sobre lo que supone la adolescencia modifique nuestra relación con el adolescente?
¿Y si lo problemático no es el adolescente? ¿Y si el problema fuera el concepto de adolescencia que tiente la sociedad?
Ojo, la adolescencia como problema genera una gran industria, literaria, pedagógica, psicológica... ¿Queremos que nuestros niños o niñas se conviertan en la materia prima de esa industria? ¿Queremos ser nosotros sus consumidores?
¿Por qué no afrontar esta etapa no como un problema, sino como un momento de grandes oportunidades?
Lo común a esta etapa son esos grandes cambios biológicos, la intensa necesidad de autonomía y flexibilidad, de exploración y construcción de límites, de toma de decisiones, la inseguridad, el conflicto conmigo mismo y con los demás. Pero ¿no es esto parte también en mayor o menor intensidad de la vida adulta? ¿Y no lo es también el conflicto? Es importante que logren aprender a manejar y controlar todos estos aspectos.
Javier nos traía la siguiente afirmación: “Igual que los adultos somos diversos, su mundo también lo es”. Necesitan su espacio para tomar decisiones. ¿El límite? hasta donde peligre su integridad o su vida, ahí ya tenemos obligación moral y legal de intervenir.
Y también es muy importante que un adolescente entienda que la misma autonomía que ellos están buscando conquistar, también es valiosa para nosotros. También necesitamos nuestro espacio. Debemos enriquecer nuestro mundo y aprender a tomar distancia, más aún cuando el conflicto está patente.
Y finalmente el ponente nos subrayaba cómo en las relaciones con los adolescentes es muy importante no olvidar los principios del aprendizaje dialógico, y nos lo hilaba con las comunidades de aprendizaje. No podemos generar un diálogo igualitario si estás cargado de prejuicios, o al menos es más complicado. Hay que partir de unas altas expectativas a la hora de comunicarse. Y subraya finalmente la importancia de las interacciones. Biológicamente, como animal social, necesitamos interacciones con otras personas. La ausencia de las mismas degrada el organismo. De ahí radica la necesidad de las mismas en calidad y cantidad.
Así entendido el papel de la familia y de la escuela se transforma y nos enfrenta a retos que tenemos que aprender también a afrontar.
Para poder ampliar esta reflexión nos anima a leer el libro de José Antonio Marina (2014) El talento de los adolescentes. Barcelona: Ariel.
Gracias por todos los elementos que nos has brindado para la reflexión y el debate y, Javier, esperamos volver a escucharte pronto por el cole. Ha sido un placer.
¡Hasta pronto!
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