jueves, 8 de marzo de 2018

8 DE MARZO DE 2017. DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER. REFLEXIONANDO, VISIBILIZANDO, TRANSFORMANDO.

Hoy os queremos traer dos fragmentos de un libro, que apetece leer en un día como hoy, escrito por Amparo Tomé y Francesco Tonucci e ilustrado por él mismo (o su alter ego, Frato). Ambos son maestros y son capaces en estas páginas de animarnos a reflexionar y debatir. Es un libro para casa y para la escuela, para niños, niñas, jóvenes y adultos.

En palabras de sus autores “Con ojos de niña es un canto de amor, de respeto y de libertad al futuro esperanzador de todas las niñas que un día u otro serán mujeres”. Tomé, A. y Tonucci, F. (2013) Con Ojos de Niña. Barcelona: Graó.



Os dejo con sus autores:

QUERIDAS NIÑAS:

[...]Iba diciendo que ser mujer es hermoso. Personalmente, siempre he pensado que es una auténtica fortuna. Visito muchos países para dar conferencias, dedico mucho tiempo a dibujar y a escribir. Mis hijos, los que hago crecer en mi interior y que dejo salir después de meses de trabajo, son viñetas, dibujos y libros. Nosotros, hombres, poco más podemos hacer y, precisamente, creo que por este motivo anhelaos tanto producir, crear y afirmar nuestras ideas. Siempre he pensado que si hubiese podido hacer crecer a un niño dentro de mí, hacerlo salir de mi cuerpo y amamantarlo, me hubiera interesado mucho menos en producir tanto y tantas cosas. Ésa (ésas, porque hubiera querido tener muchos) habría sido mi creación más importante. Con esto no quiero decir que estéis obligas a tener hijos ni tampoco que, al tenerlos, no debáis estar interesadas en producir otras cosas, en vivir vuestra profesión, en asumir responsabilidades en el mundo. Tan sólo quería subrayar lo que considero vuestra mayor fortuna. 

Y de este vuestro privilegio, los hombres, a menudo sin darse cuenta, tienen envidia. 

La envidia de los hombres, su sentimiento de inferioridad con respecto a esta gran potencialidad que tenéis vosotras, a menudo hace difícil la vida de las mujeres. 

Quienes se sienten inferiores muchas veces reaccionan con maldad, utilizando la fuerza e incluso a veces la violencia. Ante vuestro don, los hombres tienen, normalmente, más fuerza física y, desgraciadamente, a menuda la usan para someter físicamente a las mujeres. Vosotras no debéis permitirlo, no aceptéis jamás la violencia contra vuestro cuerpo y ni siquiera contra vuestro espíritu. 

Si un hombre os ofende, os hace daño, reaccionad, dejadlo y denunciadlo. Si sois pequeñas, denunciadlo a vuestros padres; si sois mayores, denunciadlo a las autoridades, a la policía. 

Recordad que la Convención de los Derechos de la Infancia, legislación internacional de 1989 y la ley española de 1990, en el artículo segundo dice que los Estados se comprometen a garantizar los derechos enumeraos por la Convención a todos los niños sin distinción de sexo. Esto significa que vuestro sexo jamás puede ser una razón para haceros daño o para relegaros a una posición menos importante que la de los hombres. 

Pero nuestra sociedad, y especialmente alguno de sus elementos más seductores como son la televisión, Internet, La publicidad e incluso a veces la política, a menudo os ofende, a vosotras, niñas y mujeres, de otra forma, pidiéndoos que utilicéis vuestro cuerpo para tener éxito en la vida, para tener una carrera más fácil, para llegar a obtener un puesto de trabajo, un beneficio, sin tener que esforzaros y sin demostrar vuestras capacidades y cualidades. A menudo os dicen que si sois amables con ellos os podrán ayudar y haceros ganar mucho dinero. Y naturalmente, quien os lo pide son siempre hombres. 

No les hagáis caso. Lo dicen únicamente en su interés y luego os abandonarán. 

La belleza del cuerpo es importante, pero si consideráis la belleza tal como os la presenta la publicidad, con esas medidas, con ese peso, con esos cabellos, esa belleza cuesta mucho y dura poco. 

Yo convivo con una mujer desde hace cincuenta años. Me enamoré de ella porque es hermosa; y sigo enamorado de ella porque sigue siendo hermosa, si bien sus medidas, su peso, sus cabellos son distintos, son hermosos pero de otra forma. Hoy están las arrugas, el cansancio, los achaques. Pero sigue siendo hermoso compartir nuestra vida. 

No vendáis jamás vuestro cuerpo, nadie os podrá pagar su valor. El cuerpo sólo se regala y sólo por amor. 

LAS FEMINISTAS 

En la Asamblea de las mujeres, Aristófanes cuenta con vis cómica cómo un grupo de éstas, lideradas por Praxágora, sabiendo que son capaces de gobernar mejor que ellos, deciden convencer a los hombres para que les dejen hacerse con las riendas de Atenas. Así, algunas se cuelan en la asamblea bajo disfraces masculinos y convencen a algunos varones para que voten a su favor. A lo largo de la historia, han sido unos cuantos aquellos a los que no ha hecho falta persuadir con engaños, pues sintiendo curiosidad por lo que habitaba en el interior de las mujeres, las ayudaron en la tarea de mostrase, de dejar aflorar sus competencias. Son los que no dejándose arrastrar por los prejuicios del machismo secular alentaron la expresión de su talento y también los responsables de que su invisibilidad no fuera aún mayor de lo que a lo largo de la historia ha sido. 

Se ha hablado poco de esos caballeros que se resistieron a ese proceso artificial de construir una masculinidad que reprime lo no masculino y se gesta en oposición a lo femenino, y que David Gilmore recogió en el ensayo Hacerse hombre. Valerosos caballeros que se negaron a hablar de la mujer como de una entidad compacta (entendiendo lo genérico como un instrumento de dominación) y prefirieron hablar de cada una de esas mujeres que los rodeaban. Son los feministas avant la lettre, los que pugnaron por desterrar la misoginia de sus entornos más inmediatos y que supieron apreciar el fruto del trabajo de hijas, hermanas, sobrinas, esposas y amigas. Para ellos, la mujer no fue, como para Freud, un misterioso continente negro en el que perderse, sino una fuente de luz y de revelación.



Y para seguir ayudándonos a reflexionar, qué mejor que unos maestros del humor:







¡Disfrutad el día y hasta pronto!

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