Nuestro maestro nos tenía preparada una demostración práctica para acercarnos al Aikido y comprobar por nosotros mismos lo que significa y cómo se practica.
El Aikido trae consigo una filosofía de autoconocimiento, autodominio y perfeccionamiento personal y consiste en emplear una serie de técnicas para repeler un ataque empleando para ello la fuerza que proyecta el contrincante.
Arturo Barroso, nuestro guía aquella tarde, para tratar de ilustrarnos, nos pedía que nos imagináramos el sentido y dirección de un brazo atacante como si fuera un vector y cómo podíamos desviarlo sin apenas fuerza para desestabilizar y después controlar al atacante.
Así explicado puede sonar bélico, pero nada más lejos de la realidad:
Desde el saludo inicial, lleno de respeto y gratitud, pasando por la armonía y equilibrio en cada uno de los movimientos, hasta la precisión milimétrica en la ejecución. Parecía que estaban realizando un baile: una bella danza de movimientos simples y pausados, pero de extraordinaria complejidad, como podíamos comprobar los humildes aprendices que intentábamos imitarlos.
Gracias por la experiencia, por vuestra paciencia y generosidad, tanto al maestro como a sus ayudantes, uno de ellos espontáneo. Sin su ayuda este encuentro familiar no hubiera podido llegar a los asistentes de forma tan personalizada.
Ha resultado una actividad muy agradable, divertida y gratificante. De esas que hacen piña. Y gracias también por ayudarnos a descubrir un arte marcial muy desconocida pero de gran nobleza y elegancia.
Esperamos volver a compartir más momentos como éstos.
¡Hasta pronto!
El Aikido trae consigo una filosofía de autoconocimiento, autodominio y perfeccionamiento personal y consiste en emplear una serie de técnicas para repeler un ataque empleando para ello la fuerza que proyecta el contrincante.
Arturo Barroso, nuestro guía aquella tarde, para tratar de ilustrarnos, nos pedía que nos imagináramos el sentido y dirección de un brazo atacante como si fuera un vector y cómo podíamos desviarlo sin apenas fuerza para desestabilizar y después controlar al atacante.
Así explicado puede sonar bélico, pero nada más lejos de la realidad:
Desde el saludo inicial, lleno de respeto y gratitud, pasando por la armonía y equilibrio en cada uno de los movimientos, hasta la precisión milimétrica en la ejecución. Parecía que estaban realizando un baile: una bella danza de movimientos simples y pausados, pero de extraordinaria complejidad, como podíamos comprobar los humildes aprendices que intentábamos imitarlos.
Gracias por la experiencia, por vuestra paciencia y generosidad, tanto al maestro como a sus ayudantes, uno de ellos espontáneo. Sin su ayuda este encuentro familiar no hubiera podido llegar a los asistentes de forma tan personalizada.
Ha resultado una actividad muy agradable, divertida y gratificante. De esas que hacen piña. Y gracias también por ayudarnos a descubrir un arte marcial muy desconocida pero de gran nobleza y elegancia.
Esperamos volver a compartir más momentos como éstos.
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